Monday, July 26, 2010

Ambos caminos

Probablemente Sahara atrae ese tipo de personalidades que detectan algo en la otra persona, y toman confianza, abusan. Como dice el refrán, le di la mano y tomó la pierna.

—Estaba impactada —dice Sahara—, pero no podía hacer nada. Me agarró desprevenida.

Sahara estaba sentada. Esperaba que iniciara la sesión de meditación. Eran más de cuarenta personas en la sala, cuando llegó Dorotea.

Dorotea se le acercó y subió una rodilla encima de ella, sobre sus muslos, como entrada en un diálogo casual.

—Subió la rodilla —dice Sahara—, y se pegó a mí, hablándome de cerca.

Hablaban, o más bien Dorotea hablaba. Narraba sus anécdotas cuando vivía en Morelia, y decidió irse por el camino de la espiritualidad. Lo que la llevó a seguir esas artes, y terminar de mesera en un restaurante vegetariano. Ahora era una iniciada del hinduismo, y había recibido los votos. Siempre vestía una túnica blanca, como en ese momento, que le cubría todo el cuerpo.

—Le di mi confianza —dice Sahara—, como amiga, pero no pensé que hiciera eso.

Dorotea hablaba, la rodilla aun encima, y luego le pasó la mano por la barbilla.

—Me tomó de la barbilla con su mano, y curiosamente dejó la mano en mi cara, quieta. No le contesté. Me le quedé viendo para ver si quitaba la mano, pero no la quitaba.

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